Publicado en el sitio de la Iglesia Dinamarquesa en Buenos Aires http://www.iglesiadinamarquesa.com.ar/index.php?modulo=noticias ASAMBLEA DE LA IGLESIA EVANGELICA LUTERANA EN LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMERICA La Asamblea de la ELCA aprobó declaración social sobre sexualidad y cambios en las condiciones de ordenación al clero, favorables para gays y lesbianas. Por Andrés Roberto Albertsen* Estoy convencido de que al comenzar esta semana es importante que reconozcamos nuestros temores y los admitamos con honestidad. Tenemos que nombrarlos para no ser sus prisioneros. Los temores pueden aislarnos del mundo, inmovilizarnos, hacer que nos retiremos del compromiso con la mision de Dios, convirtiéndonos en meras sombras de lo que fuimos creados para ser. Los temores pueden hacer que nos aferremos obsesivamente a lo que tenemos, desconfiando de todo los que nos proponen los demás. Los temores alientan el recelo y el cinismo que nos llevan a actuar de una manera mezquina y totalmente contraria a las necesidades de nuestro prójimo. Los temores pueden llevarnos a plantear demandas a los demás en favor de nuestra propia seguridad en lugar de actuar con la fe que nos hace capaces de servir a los demás con confianza y humildad. Los temores pueden hacer que nos ocultemos detrás de falsas certezas en lugar de estar dispuestos a explorar cuestiones que, si son consideradas con fidelidad, pueden infundirle valentía a nuestro testimonio, liberar nuestra imaginación, profundizar nuestra fe y aumentar nuestro coraje. Más o menos con estas palabras, en mi traducción libre del inglés, comenzó el obispo presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en los Estados Unidos (ELCA, Evangelical Lutheran Church in America, www.elca.org ), Mark S. Hanson, su sermón en la celebración religiosa con la que se dio inicio a la Asamblea Nacional de esta iglesia, en un enorme salón del Centro de Convenciones de Minneapolis, Minnesota, el lunes 17 de agosto de 2009, ante por lo menos 2500 personas, entre las que se contaban los 1045 delegados de todos los sínodos del país que tendrían voz y voto en las sesiones plenarias de la Asamblea, unos 1000 visitantes (entre los que me contaba yo y que habíamos pagado 50 dólares para poder presenciar las sesiones plenarias de la Asamblea), y todos los funcionarios de las oficinas nacionales de la iglesia, invitados especiales y gente de Minneapolis que quiso estar presente en esa celebración. El texto del evangelio sobre el que estaba predicando el obispo Hanson era Juan 20:19-23, que nos cuenta que en la noche del primer domingo de pascua, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Y ahora nosotros, dijo el obispo, también estábamos reunidos con miedo. Pero esa, siguió diciendo el obispo, no era toda la historia. Porque el evangelio sigue contando que Jesús entró y se puso en medio de ellos. No golpeó la puerta primero, dijo el obispo, para ver si lo invitaban a entrar. No hay, agregó, ninguna evidencia de que Jesús estuviera con la oreja pegada a la pared, escuchando a ver si los discípulos se ponían de acuerdo acerca de una teoría de la expiación que pudiera explicar adecuadamente el significado de la muerte de Jesús. Ni tampoco ninguna pista de que los discípulos estuvieran esperando a Jesús. Jesús sencillamente entró y se puso en medio de ellos. De manera audaz y misericordiosa. Y lo mismo estaba sucediendo ese lunes 17 de agosto en Minneapolis. Jesús estaba presente en medio de los participantes de la Asamblea. No era necesario proponer ni discutir ni enmendar ni adoptar ninguna regla para determinar si Cristo se haría presente y en qué condiciones. Jesús estaba presente porque era lo que había prometido, que donde la Palabra fuera proclamada, el pan fuera partido, el vino fuera servido y bautismo fuera rememorado, allí estaría él. Y donde Jesús está presente, hay paz, siguió diciendo el obispo. Lo dice el texto de Juan, que cuando Jesús entró y se puso en medio de los discípulos, los saludó diciendo: "Paz a ustedes!" Y esa era la manera habitual de saludar, pero también era un regalo extraordinario de Jesús. Porque el anuncio de paz contenía ante todo una absolución. Jesús les estaba diciendo a los discípulos que por más que lo hubieran traicionado y lo hubieran negado y lo hubieran abandonado, por más que hubieran sido insensibles, egoístas y cobardes hasta el final, y por más que él estuviera en condiciones de castigarlos con toda razón, o mejor aún, abandonarlos y empezar otra vez con un conjunto nuevo y mejor de 12 personas, él estaba ahí y los saludaba con la paz. El se mantenía fiel a ellos, él los perdonaba y les renovaba la vida de un modo que nunca habían visto. En la presencia del crucificado y resucitado Seňor Jesucristo hay perdón de los pecados, hay paz y hay alegría. Con esa certeza y sin temores, el obispo nos invitaba a iniciar la semana de la Asamblea. Y si bien había muchos temas en la agenda de la Asamblea, todos entendimos a qué se refería cuando elegió comenzar su sermón hablando de los temores. Se refería a los dos temas principales de la agenda, temas que se venían discutiendo desde hacía aňos y que eran evidentemente polémicos y que podían poner en peligro la unidad de la ELCA: una declaración social sobre sexualidad y una serie de recomendaciones vinculadas con un cambio en las políticas ministeriales, o sea, las condiciones que deben cumplirse para ser pastores o pastoras. Las declaraciones sociales, de acuerdo con los estatutos de la ELCA, son documentos dedicados a las principales cuestiones sociales: proveen un análisis e interpretación de un determinado tema, establecen bases teológicas y perspectivas éticas sobre el mismo y sirven de guía para la vida institucional de la ELCA y para cada uno de sus miembros. Son el producto de una discusión extensa e inclusiva dentro de la iglesia y el proceso mismo de la elaboración del documento es parte de su función educativa. Requieren para su aprobación del voto de los dos tercios de los delegados con derecho a voto en una Asamblea Nacional. La declaración social sobre sexualidad que se consideraría en esta Asamblea, es un creativo y rico documento de 20 páginas en dos columnas, con un total de 1569 líneas que merecería un artículo dedicado exclusivamente a ella, pero a los efectos de esta nota (y de hecho fue la parte más discutida de su contenido en la Asamblea) basta seňalar que en una de sus partes establece que "nosotros en la ELCA reconocemos que muchos de nuestras hermanas y hermanos en relaciones del mismo género desean sinceramente el apoyo de otros cristianos para vivir con fidelidad en todos los aspectos de su vida, incluyendo su fidelidad sexual". No obstante, en el documento se respeta lo que se llaman las "conciencias cautivas" de los demás, a que ya se refirió el apóstol Pablo cuando respecto de la carne ofrecida en sacrificio, les aconsejó a los corintios que comieran todo lo que se vendía en la carnicería, y que si uno que no era creyente los invitaba a comer, también comieran de todo lo que les sirviera, sin preguntar nada por motivos de conciencia. Pero que si alguien les decía que una determinada carne había sido ofrecida en sacrificio, entonces sí tenían que abstenerse de comerla, en atención al que había dicho eso y por motivos de conciencia, con la aclaración de que estaba hablando de la conciencia de ese otro y no la de los corintios a quienes les estaba escribiendo (1 Corintios 8:25-29). Por lo tanto, "conciencia cautiva" no significa que alguien simplemente pueda declarar que su conciencia está atada a una determinada interpretación de la Escritura por ejemplo, y que los demás tengan que aceptarlo, les guste o no les guste; la supuesta cautividad de tu conciencia no puede ser una manera elegante de disfrazar tu egoísmo ni una excusa para el pecado. Por el contrario, significa que las personas que tienen posiciones diferentes y hasta opuestas sobre una determinada cuestión ética, basados en interpretaciones opuestas de las Escrituras, de la tradición y de lo que les manda su razón, deben respetar las "conciencias cautivas" de los hermanos que disienten con ellos y defender sus convicciones de tal manera que no lleven a esos hermanos con los que disienten a rechazar la fe y la comunión en la Palabra y en los Sacramentos. Más específicamente entonces, el documento reconoce que hay cuatro posiciones diferentes que con "conciencias cautivas" son sostenidas en la ELCA: 1) hay quienes defienden que la práctica de la homosexualidad es pecaminosa, contraria a las Escrituras y a la ley natural y que por lo tanto la única opción válida para una persona con orientación homosexual es el celibato; 2) hay quienes sostienen que las relaciones estables y monógamas de dos personas del mismo género no se adecuan a la voluntad de Dios con su creación y por lo tanto, si bien admiten que esas relaciones muchas veces son vividas con respeto y cuidado del uno por el otro, no es posible que esas relaciones sean reconocidas públicamente como sucede con los matrimonios tradicionales; 3) hay quienes sostienen que el testimonio de las Escrituras no se refiere a las relaciones de compromiso y de amor entre personas del mismo género como las conocemos hoy y que por lo tanto esas relaciones deben ser honradas y reconocidas públicamente, con la responsabilidad que ello conlleva, pero que no pueden igualarse con el matrimonio; y 4) finalmente hay quienes sostienen que las relaciones entre dos personas del mismo género deben tener el mismo status y estar regidas por los mismos parámetros y las mismas normas éticas que el matrimonio heterosexual. Y el desafío que plantea el documento es que esas cuatro posiciones diferentes puedan convivir dentro de la misma iglesia. Pasando ahora a las recomendaciones sobre las llamadas políticas ministeriales, lo que se ponía a la consideración de la Asamblea era lo siguiente: 1) que la ELCA se comprometía a buscar la manera de permitir que las congregaciones que así lo eligieran pudieran reconocer, apoyar y sostener las relaciones entre personas del mismo género que sean públicamente asumidas, de por vida y monógamas; 2) que la ELCA se comprometía a buscar la manera de que personas viviendo en relaciones públicamente asumidas, de por vida y monógamas con otra persona del mismo género, puedan desempeňarse como pastores y pastoras; 3) que en la implementación de esas nuevas políticas la ELCA se comprometía a que todos se ayudarían entre sí a soportar sus cargas, a amar al prójimo y a respetar sus conciencias cautivas; y 4) que la ELCA se comprometía a darles a las estructuras y prácticas existentes la flexibilidad necesaria como para que personas en relaciones públicamente reconocidas, de por vida y monógamas con personas del mismo género, puedan incorporarse al ministerio ordenado. La aprobación de estas recomendaciones, de acuerdo con los Estatutos, sólo requería la mitad más uno de los votos de la Asamblea. Y cabe agregar que la Asamblea tenía soberanía como para cambiar esa regla si se reunía el apoyo de dos tercios de los votos y de hecho fue propuesto por algunos delegados el primer día que también las recomendaciones sobre las políticas ministeriales tuvieran que ser aprobadas con dos tercios de los votos, pero la iniciativa no prosperó. Todas las sesiones plenarias de la Asamblea fueron presididas por el obispo Hanson, quien realizó una labor notable, por supuesto que bien asistido por todos los funcionarios de la iglesia y por todos los recursos de la tecnología, que le permitían hablar ante la asamblea como si estuviera improvisando, sin leer ningún papel, y con varias pantallas que proyectaban su imagen. Cada vez que hacía referencia a algún texto, las pantallas lo mostraban de inmediato. El obispo Hanson era también quien daba la palabra a los delegados que querían hablar y que lo hacían ante un micrófono verde o un micrófono rojo según estuvieran a favor o en contra respectivamente de la cuestión que se estuviera discutiendo. Y siempre daba la palabra primero a un delegado frente a un micrófono verde, después a un delegado frente a un micrófono rojo y así sucesivamente. Cuando hablaba un delegado era la imagen la de ese delegado la que mostraban las pantallas aludidas y cada delegado tenía exactamente 3 minutos (que después de unos días por decisión soberana de la Asamblea fueron reducidos a 2 minutos) para hablar, y cuando comenzaba a correr el último minuto, en la pantalla que mostraba su imagen también aparecía un relojito que iba mostrando cuántos segundos le quedaban, y cuando se cumplía el tiempo inexorablemente el micrófono se apagaba y desaparecía su imagen de la pantalla. Además en las mismas pantallas que mostraban al obispo o al orador de turno se iba subtitulando lo que decían, para que también los hipoacúsicos pudieran seguir las deliberaciones, pero que también para mí, que no soy hipoacúsico, pero entiendo mejor el inglés escrito que el hablado, fue una gran ayuda. El voto era electrónico. Cada delegado con derecho de voto estaba provisto con una especie de control remoto para votar, lo que le aseguraba el secreto y le daba total libertad para hacerlo según sus convicciones. No bien el obispo declaraba que una votación estaba concluida, las pantallas mostraban el resultado en número de votos y en porcentaje de los mismos. Asimismo, antes de cada votación y por lo menos cada 20 minutos si las deliberaciones sobre un determinado punto se extendían por más tiempo, el obispo invitaba a un determinado clérigo o laico a dirigirnos en un momento de votación. Y cada vez que estaban por votar alguna cuestión cuyo resultado haría muy felices a unos, pero que llenaría de pena a otros, el obispo presidente prohibía terminantemente cualquier manifestación pública de regocijo o de pesar en el momento de conocerse los resultados. Fue muy interesante escuchar la variedad de opiniones que se expresaron sobre los temas tratados. Para unos sólo valía el texto rígido de las Escrituras que únicamente tiene palabras de condena para las prácticas homosexuales. Para otros no se podía tomar un determinado versículo bíblico como la Palabra de Dios, sino que la Palabra de Dios era únicamente la que proclamaba y comunicaba la voluntad de Dios como fue revelaba en el Cristo crucificado. Para otros la experiencia de conocer a personas gays y lesbianas que eran felices en pareja con personas de su mismo género y que daban gracias a Dios por ello, no podía ser pasada por alto, pues la experiencia, decían, puede enseňarnos y puede ser incluso el ámbito donde se manifiesta el Espíritu de Dios que no se circunscribe al texto de la Biblia. Para otros no se podía dar un paso que los distanciara aún más de otras iglesias cristianas con las que tenían relaciones estrechas como la católica-romana e incluso otras iglesias luteranas, como la del Sínodo de Missouri o de países de Africa o Asia, y debo reconocer que me llamó mucho la atención cuando este argumento era expresado por pastoras, porque de acuerdo con ese argumento tampoco ellas deberían estar en esas posiciones, dado que como es notorio ni la iglesia católica-romana ni algunas de las otras iglesias luteranas tienen pastoras, al menos no las tienen todavía. También reconozco que me cuesta entender que para algunos fuera tan importante la sexualidad de los demás que aun cuando se les asegurara el respeto a sus propias convicciones, no pudieran tolerar la idea de estar en la iglesia con hermanos y hermanas gays y lesbianas en pareja a quienes también se les quería reconocer plenamente el derecho de ser parte de la iglesia. Pero después del debate llegaba inexorablemente el momento de votar. La declaración social sobre sexualidad fue aprobada exactamente con los dos tercios de los votos necesarios, 676 votos a favor y 338 en contra, o sea el voto a favor del 66,67% del total de votantes y cómo no ver en ese número la acción del Espíritu, la sonrisa cómplice del mismísimo Dios, que a quienes nos alegramos con la decisión nos estaba dando exactamente el número necesario, ni un voto de más pero tampoco un voto de menos, recordándonos lo que pasó cuando los israelitas en el desierto, desoyendo las instrucciones de Moisés, recogieron más maná del que necesitaban para el día y resulta que lo que guardaron para el día siguiente se les llenó de gusanos y empezó a apestar (Exodo 16:20). También las recomendaciones sobre políticas ministeriales fueron aprobadas, en este caso obteniendo con amplitud más de la mitad más uno de los votos. Y quiero destacar el hecho de que cuando se votó lo que en este texto he presentado como la segunda recomendación sobre políticas ministeriales, y que por decisión soberana de la Asamblea se votó en tercer término, porque la Asamblea decidió votar en primer lugar que ante cualquier cambio en las políticas ministeriales se respetarían las "conciencias cautivas" de todos, o sea, cuando se votó que también los gays y lesbianas en pareja pudieran acceder al pastorado, quizás la cuestión más sensitiva de todas las que se sometieron a la consideración de la Asamblea en esos siete días, fue el propio obispo Hanson el que nos dirigió en oración. Y también merecen ser citadas in extenso las palabras del obispo Hanson después de la aprobación de estas cuatro recomendaciones. El obispo dijo en ese momento que había estado recordando sus 23 aňos como pastor de una congregación y en cómo hubiera encarado la conversación con una familia o con un grupo de personas que acababa de experimentar una pérdida o que estuvieran considerando si todavía pertenecían, o que de hecho sentían profundamente que habían sido separados de alguien a quien creían pertenecer. En ese caso hubiera recurrido, dijo el obispo, a las palabras de Romanos 8: "Quién podrá condenarlos? Cristo Jesús es quien murió; todavía más, quien resucitó y está a la derecha de Dios, rogando por nosotros. Quién nos podrá separar del amor de Cristo? Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente, ni lo futuro, ni lo más alto, ni lo más profundo, ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios. Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Seňor!" (8:34.35a.38-39). Pero entonces me pregunté cómo encararía la conversación si tuviera que ir al encuentro de una familia, un grupo, una comunidad, que siempre se hubiera estado preguntando si pertenecía y que de repente había recibido una afirmación clara de que sí pertenecían, de que todas las paredes divisorias, los sentimientos de separación, parecían haberse derrumbado. En ese caso posiblemente les hubiera leído de Efesios: "Pero ahora, unidos a Cristo Jesús por la sangre que él derramó, ustedes que antes estaban lejos están cerca. Cristo es nuestra paz. El hizo de judíos y de no judíos un solo pueblo, destruyó el muro que los separaba y anuló en su propio cuerpo la enemistad que existía. En Cristo, todo el edificio va levantándose en todas y cada una de sus partes, hasta llegar a ser, en el Seňor, un templo santo. En él, también ustedes se unen todos entre sí para llegar a ser un templo en el cual Dios vive por medio de su Espíritu." (2:13-14.21-22). Pero entonces pensé, continuó reflexionando el obispo, en lo que hubiera hecho si los dos grupos estuvieran juntos y si en medio de ellos también hubiera personas que no experimentaron ninguna pérdida ni la sensación de que las paredes divisorias se derrumbaban, pero estuvieran pensando y preguntándose si lo que había ocurrido rompería la unidad o se preguntaran si sus acciones contribuirían a la reconciliación o a una mayor división. Si a todos ellos los tuviera juntos, les leería de Colosenses: "Como elegidos de Dios, santos y amados, revístanse de sentimientos de compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia. Sopórtense unos a otros, y perdónense si alguno tiene una queja contra otro. Así como el Seňor los perdonó, perdonen también ustedes. Sobre todo, revístanse de amor, que es el lazo de la perfecta unión. Y que la paz de Cristo reine en sus corazones, porque con este propósito los llamó Dios a formar un solo cuerpo. Y sean agradecidos. Que el mensaje de Cristo permanezca siempre en ustedes con todas sus riquezas. Instrúyanse y amonéstense unos a otros con toda sabiduría. Con corazón agradecido canten a Dios salmos, himnos y cantos espirituales. Y todo lo que hagan o digan, háganlo en el nombre del Seňor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él." (3:12-17). Con este pasaje les expreso, dijo el obispo, a todos los hoy están decepcionados, que la iglesia los invita y espera y les da la libertad para que sigan instruyendo y amonestando. Y a los que hoy han experimentado reconciliación, los llamo a ser humildes y a revestirse de amor. Pero todos somos llamados a dar lugar a que la paz de Cristo reine en nuestros corazones, recordando una y otra vez que hemos sido llamados a formar un solo cuerpo. Y siguió diciendo el obispo que se necesitaría una profunda y reflexiva conversación y mucha oración para determinar lo que todo lo sucedido significaba para su vida juntos, y que para él era absolutamente importante que esa conversación también la tuvieran juntos. Y recordó entonces que en la maňana del martes había concluido su informe a la Asamblea con las siguientes palabras: "Finalmente nos encontramos, no en nuestros acuerdos o desacuerdos, sino al pie de la cruz, donde Dios es fiel, donde Cristo está presente con nosotros, y donde por el poder del Espíritu Santo somos uno en Cristo." Y el obispo finalizó sus palabras invitándonos a orar: Oh Dios generoso y santo, misterioso y misericordioso, nos encontramos hoy al pie de la cruz y ahí nos arrodillamos con gratitud y respeto porque nos amaste tanto que diste la vida de tu Hijo, para que en su nombre tuviéramos vida nosotros. Envíanos esta noche tu Espíritu, el Espíritu del Cristo resucitado que ha sido insuflado en nosotros. Que tu Espíritu nos calme. Que tu Espíritu nos una. Que tu Espíritu nos continúe reuniendo. En el nombre de Jesús. Amén." Espero que las palabras y la oración del obispo Hanson sean atendidas. Yo soy pastor de la Iglesia Luterana del Pueblo de Dinamarca, que en razón de sus estrechos vínculos con el Estado danés no tiene un organismo equivalente a esta Asamblea Nacional de la ELCA. Yo pertenezco a una iglesia no tiene un organismo con autoridad para aprobar una declaración social sobre sexualidad ni sobre cualquier otro tema y además creo que el contenido de la declaración social sobre sexualidad aprobado por la Asamblea de la ELCA con dos tercios de los votos emitidos no es ni más ni menos verdadero porque haya obtenido el número de votos necesario para ser aprobado. Yo pertenezco a una iglesia no ha discutido como un todo si gays y lesbianas en parejas estables pueden ser pastores o pastoras, pero sé que ya hay unos cuantos y unas cuantas en esa condición, y estoy seguro de que la opinión preponderante es que desde ya que sí y que si una parroquia no quiere llamar a un pastor o pastora gay o lesbiana, desde ya que tiene toda la libertad de no hacerlo. Y además creo humildemente que la Iglesia de Dinamarca es campeona en el respeto de lo que aquí se han llamado las "conciencias cautivas" y no me extraňaría que a alguno se le ocurra fijarse en el ejemplo de Dinamarca en el momento de dotar a las estructuras y prácticas existentes de la ELCA de la flexibilidad que ahora necesitan. Pero quiero decir también que si algún día a los daneses se les ocurre separar la iglesia del Estado y darle a la iglesia sus propio organismo máximo de conducción en la forma de una Asamblea Nacional, espero que se fijen con mucha atención en el ejemplo impecable de democracia interna y de libertad de expresión y de respeto a las opiniones de todos que la ELCA ha dado por lo menos en esta Asamblea Nacional en Minneapolis en la que tuve el privilegio enorme de estar, aunque claro, la conducción segura, respetuosa, piadosa y con sentido del humor que ejerció el obispo Mark S. Hanson será difícil que otros la puedan igualar. Merecidamente recibió de todos una extensa ovación de pie. *Andrés Roberto Albertsen es Clérigo de la Iglesia Luterana de Dinamarca y Pastor de la Iglesia Dinamarquesa en Buenos Aires. |