El ejecutivo que no le mira las piernas a la telefonista
Una vez durante un curso sobre Responsabilidad Social Empresaria que tuvo lugar hace varios años, el profesor le preguntó a la audiencia constituida en su mayoría por empresarios, si a la hora de contratar a una mujer telefonista, se fijaban en sus piernas. Como no era de extrañarse, el repertorio intercambió miradas cómplices y risas nerviosas y hasta uno se aventuró en contestar con un eufórico: "Sí!"
Más allá de la broma utilizada para romper el hielo, el docente se refería a algo mucho más puntual, el hecho de que para ser telefonista muchas veces no necesitamos utilizar nuestras piernas. Es decir, no necesitamos de todas las capacidades motrices y sensoriales para realizar una tarea, y muchas veces discriminamos a una persona en un trabajo basándonos en prejuicios que se quedan si justificativos a la hora de pensar alternativas.
Tradicionalmente pedimos personal joven, sin compromisos de adulto, pero con amplia experiencia y conocimiento del oficio. A veces también nos limitamos a la selección de personal de un solo género, basados en estereotipos de roles preestablecidos. Y así, la lista puede ser larga.
Para ilustrar con un ejemplo, hace unos días, el diario local Día a Día hizo público el caso de una mujer que se ofreció para trabajar en una empresa de limpieza que presta servicio en un centro de salud de nuestra ciudad. De acuerdo con el diario, la mujer contaba con experiencia, recomendación, amplia disponibilidad horaria y certificado de buena conducta. Cuando se encontraba a punto de firmar el contrato, uno de los directivos de la companía la vio en la sala de espera. Minutos después, le dijeron que había habido un problema administrativo y que la llamarían en otro momento. El inconveniente habría sido que Andrea, la joven en cuestión, era obesa.
Con la excusa de tener que pasar un examen médico preocupacional, y a pesar de que contaba con un certificado médico que la consideraba apta para realizar esa tarea, la companía congeló su solicitud y la mujer se quedó sin trabajo.
El caso de Andrea es sólo una muestra de miles que ocurren todos los días. Además, la discriminació
Por otra parte, la investigación sostiene que el color de la piel, la obesidad, el nivel socioecómico y la condición de mujer, son los aspectos más mencionados a la hora de sentirse discriminados. Para rematar, el lugar de trabajo y la escuela son, según los encuestados, los lugares en donde más se excluye.
El complejo camino de reversión de situaciones discriminatorias excede quizás el fin de este artículo. Sin embargo, se pueden pensar pequeños cambios desde el ámbito empresarial, implementando acciones tendientes a incorporar a personas que pueden ser objeto de este tipo de hábitos discriminatorios.
La empresa puede promover la diversidad, integrando públicos de los segmentos objeto de exclusión como mujeres, personas con discapacidades, personas mayores de 45 años de edad, entre otros, regulando los procesos de admisión, promoción y movilidad interna. Además, puede ir más allá, extendiendo esas acciones a toda su cadena productiva. Los beneficios que trae aparejado este tipo de prácticas son comparables a las de otros valores intangibles para la empresa, como el sostenimiento de un buen clima laboral, el valor de la marca, etc. No pueden medirse económicamente, pero contribuyen a generar fidelidad en el público interno y ese es un valor incalculable.
No esperemos salir en el diario si contratamos a una mujer en silla de ruedas para atender el teléfono, o a una mujer obesa para trabajar en el área de limpieza. Lamentablemente, las noticias siempre giran en torno a las cosas mal hechas, a las denuncias, a los sinsentidos y a los pormenores de la vida moderna.
Pocas veces, las buenas actitudes empresariales llegan a la tapa de los medios, simplemente porque hacer las cosas bien es visto por muchos como un comportamiento que no requiere de premios. Y quizás tengan razón. Como supo decir en su momento un empresario brasileno de visita por Córdoba: "Hacer RSE es cumplir con la Constitución".
Sin embargo, muchas veces destacar que hay otra forma de ver las cosas, puede servir como forma de contagio para otros que simplemente no pueden verlo. Y muchas veces, hacer la diferencia sólo cambie la vida de una familia, de una madre, de un padre que tiene que poner el pan en la mesa para alimentar a sus hijos. Y muchas veces, eso es suficiente.
Texto y foto:
Fuente:
Cecilia Sánchez (Área de Comunicaciones)
Instituto Argentino de Responsabilidad Social Empresaria
http://www.iarse.
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